Siempre nos han dicho que debemos centrarnos en el presente, que el pasado allá quedó y dejemos que el futuro nos sorprenda, que venga lo que tenga que venir. Pero a mí me encanta hablar del pasado, rememorar cada momento vivido y que de pronto se dibuje una sonrisa involuntaria en la cara. Así que, ¿por qué no hablamos de recuerdos?
Recuerdo salir a la calle con mucha ilusión a practicar con la bicicleta. Papá me decía que en poco me quitaría los patines para poder utilizarla como una chica mayor, ¡Vaya ilusión que me hacía!, cada vez que salía, allí estabas tú.
Me mirabas desde tu umbral, con una sonrisa orgullosa, pues tu “conejina” se estaba haciendo mayor.
Nunca he preguntado quién eras porque abuela me demostró que aunque no llevaras nuestra sangre, eras de la familia.
Mamá me vestía cada vez más guapa para ir a practicar y a mí me encantaba ir a tu puerta a enseñarte el modelito que lucía contentísima por toda la calle.
De pequeña me preguntaba por qué en casa yo estaba con papá, mamá, la abuela e Ismael pero tú estabas sola en la tuya.
¿Es que una casa no la compone una familia? ¿y una familia no la componen varios miembros? No me cuadraba, siempre te he visto sola.
Es por eso que adoraba ir por las mañanas a hacerte compañía y sentarme mientras cocinabas para contarte mil historias, ya sabes que me gusta hablar como una cotorra.
Siempre he visto en tí algo muy especial, pero nunca he comprendido el qué. Ahora sí lo comprendo.
Has sido una mujer tan misteriosa como cálida y trabajadora, muy trabajadora. Tu misterio me atraía, he sido una niña bastante curiosa. Me encantaba que cada vez que preguntara, tuvieras algo entre manos. Envidiaba tu imaginación, nunca estabas de brazos cruzados porque siempre había algo que hacer. Una mujer inquieta, que ha ido de aquí para allá. No puedes llegar a imaginar cuánto he aprendido de ti, pues aunque hable demasiado, amo escuchar atentamente cada palabra que tengas que decir.
Fui creciendo y me distancié un poco, ya no era tan niña y empecé a tener obligaciones. Se acabaron las visitas frecuentes a tu casa y el narrar cada detalle de mis aventuras diarias.
Aún así, jamás hemos perdido la relación pues para mamá y la abuela eres una de las personas más importantes que forman parte de su vida. Ya sabes que para mí también, aunque me cueste demostrarlo al no poder dedicarte el tiempo que te mereces.
A veces, la vida hace que se intercambien los roles y esa mujer noble, de aspecto duro y extremadamente risueña que me miraba a lo lejos orgullosa de ver la mujer en la que poco a poco me iba convirtiendo, pasó a tomar mi posición y ahora era yo la que me sentía orgullosa de ella.
Mamá me comunicó que habías escrito un libro. Adoras escribir y te expresas tan bien… No pude estar más feliz, deseaba tenerlo entre mis manos para seguir aprendiendo más, más y más de ti.
Jamás podía llegar a pensar que las personas seguían creciendo aún siendo ya mayores.
En ese momento era yo la que te miraba desde la puerta, con una sonrisa radiante y pensando en lo valiosa que eras. Ver cumplir todas tus metas me hace muy feliz.
Pronto apareció la gran batalla, la enfermedad se iba apoderando de tu cuerpo y no entendía por qué. Nunca dudé de ti, había estado toda mi vida viendo cómo luchabas. Esta vez no iba a ser menos. Te pusiste la armadura y saliste a enfrentarla.
Tuvimos una conversación sobre pañuelos y las formas de ponértelos. Pues la enfermedad no iba a bloquear tus ganas de ir siempre ideal.
La primera vez que te vi con él, me impresionó. No notaba que debajo de él ya no había apenas pelo. Solté: “Joder, estás guapísima”, a lo que me contestaste: “¿Con quién crees que estás hablando? la que es guapa, es guapa de todas las formas”, ambas sonreímos. En ese momento me di cuenta del valor que tenían las sonrisas, nunca he visto tu seriedad, ni en los peores momentos
Hoy en día, estás curada. Has ganado la batalla. Ya eras una mujer coraje, pero esto ha hecho que lo demuestres a aquellos que en algún momento se han atrevido a dudarlo.
Te has convertido en mi superheroína, lo que no sabías es que lo eras desde el primer día que te conocí.
Menudo el privilegio de haber podido crecer a tu lado. Eres enorme.
Fuente: Fotografía propia
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