lunes, 27 de febrero de 2017

Disfraz de una persona sin prejuicios

Érase que se era un niño llamado Juan.
Juan nació en una familia muy bien acomodada, sus padres habían estado toda la vida codeándose con personas de alto rango y evitando relacionarse con personas más humildes económicamente. Estaban llenos de grandes prejuicios que ocultaban tras justificaciones, intentando normalizarlos.
Querían inculcar lo mismo a él, insistían constantemente en que debía convertirse en un hombre prestigioso, célebre y respetado en la vida, y que relacionándose con los niños infortunados jamás lo conseguiría.


Cuando Juan fue creciendo y socializando, conoció a Miguel.
El chico provenía de una familia de etnia gitana, se hicieron grandes amigos. Cuando los padres de Juan se enteraron de esto, prohibieron radicalmente el trato con él. Le explicaron que los gitanos eran personas sucias, que solo hacían daño a la sociedad con sus acciones y estaban mal vistos.
Juan no entendía nada. Miguel no se asemejaba a la descripción que sus padres habían hecho, así que seguía viéndose con él.


Llegó el día de carnaval, Juan salió a ver el desfile y observó cómo un grupo de chicos iban vestidos con ropas viejas, maquillaje oscuro y pelos greñudos. Les escuchó hablar entre ellos, estaban explicando a otro grupo de amigos que iban vestido de gitanos. Juan se extrañó muchísimo, no tenía sentido lo que decían, ¿es que ser gitano era un disfraz? ¿Acaso las personas se disfrazaban de él mismo, de sus padres, de sus primos y tíos o algún miembro de su familia? eran personas normales, ¿por qué los etiquetaban?
Fue cuando comprendió que la sociedad en general tenía demasiados prejuicios con la etnia gitana, no solo sus padres.


Pasaron los años y todo ello iba marcando su vida cada vez más, hasta que decidió iniciar sus estudios orientados a este tema. Se especializó en la comunidad gitana y se hizo defensor de sus derechos.
En mitad del proyecto, conoció a Nayara. Era una chica gitana, de la cual se enamoró perdidamente. Realmente enriqueció a Juan, pues qué mejor maestra de esa cultura que ella misma. Él tenía mucho que aprender y ella demasiado que aportar. Ambos acabaron comprometiéndose y trabajando juntos en el proyecto.


Hoy en día, Juan hace una vida feliz junto a su mujer. Su carrera sigue prosperando, ayudando a la sociedad a mejorar poco a poco.
Sus padres acabaron comprendiendo que los gitanos eran personas normales y corrientes. Les costó, pues estaban cegados por su clase social, pero su hijo les quitó la venda de los ojos y ahora consideran que todas las personas son iguales, ni mejor ni peor.

Tú puedes ser como Juan, lucha contra las desigualdades y rompe con todas las etiquetas que establece la sociedad. Juntos conseguiremos un mundo más igualitario.


2 comentarios:

  1. Prejuicios, ojalá esta palabra estuviera en desuso o llegara a estarlo algún día al no tenerla que utilizar ni verla reflejada en la sociedad, pero claramente es un gran reto, aunque la esperanza y el querer que algo ocurra o deje de ocurrir, como en este caso, es lo que debe permanecer siempre y por supuesto, como tú dices, luchar contra ello, sin duda es algo que nos acerca al objetivo y eso hace realmente la diferencia pese a que se vean pasos cortos.
    Me ha encantado la manera de desarrollar tu historia y el enfoque que le has dado al escribir acerca de esa realidad que a día de hoy se vive tanto. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que juntos conseguiremos un mundo más igualitario porque la unidad hace la fuerza.

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    1. Muchas gracias Daniela. Muy a nuestro pesar, es prácticamente imposible que esa palabra tan desagradable deje de formar parte del diccionario y pierda su sentido, pues todos los tenemos se quiera o no. Es por eso que hay que trabajar con nosotros mismo y con los demás, porque si no los eliminamos, al menos los reducimos. Constancia para alcanzar lo propuesto.

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